“I'm the space invader, I'll be a rock 'n' rollin' bitch for you...” (David Bowie – Moonage Daydream)



3. Volviendo a lo de Bono y Sting, se podría pensar que ellos tienen una especie de incorrección política, en tanto Bono en cada show da unos minutos para refrendar contra la invasión a Irak, o en contra del calentamiento global. La pregunta es, ¿quién dice lo contrario? Si las grandes potencias del mundo se reúnen en cumbres a sacar comunicados que no difieren mucho del planteamiento de Bono. El rock mismo en su pura performance, sin ningún mensaje es incorrección política, ya que no hay discurso conciliador de fondo, simplemente con la pura música, sin ningún tipo de moral que te diga que bien o que mal marcha el mundo. En tiempos del disco Berlín, Lou Reed utilizaba la svástica en sus atuendos (cosa que después el punk hizo, por ejemplo Siouxsie la utilizaba), nadie entendía nada, ¿este tipo era fascista o qué?, se preguntaban. Lou Reed invertía los signos, en un disco en el cual trabajaba con el Berlín de la guerra fría, pero Lou Reed no salía a decirlo en sus conciertos. Bono y Sting hacen política, no está en discusión eso, pero hacen política como políticos, ocupando el rock o el ser estrella de rock con esa causa.

4. Sin embargo la fantasía del rock star proviene del mismo rock concebido y producido como puro espectáculo, es parte de la cultura de masas, está claramente en el mercado. Habría que pensar un poco en la muerte de la distinción entre alta cultura y baja cultura, cosas que con el invento de la fotografía y del cine particularmente, ayudaron a hacer de la cultura una cosa para todos, algo que ya no tiene un nivel de culto estético apto sólo para una elite. La música popular está dentro de todo eso. Ya que es reproducible: es el negocio de la música, grabas un disco, lo editas, y lo vendes, porque está dentro de la producción en serie. El rock es pura producción en serie, es un objeto de consumo, es entretención. No obstante esa es la frontera, es el arma de doble filo que el mercado genera. Si pensamos que el capitalismo funciona a través de la descodificación de los flujos, se reproduce a través de revoluciones para decirlo en otros términos. Por ejemplo en el siglo XIX emerge el Proletariado como fuerza política, genera movilizaciones, hace temblar al capitalismo a través de las huelgas, manifestaciones, etc. Pero qué hace el capitalismo: crea leyes laborales, hace funcionar al sistema de mejor forma. Existe el proletariado, hagámoslo clase social. Así la sociedad se basa en puras descodificaciones de flujos que luego se codifican, son siempre los dos procesos. Aparece un peinado nuevo, una forma nueva de llevar el cabello que no existía: bueno bien, ese es el peinado de la juventud, así como existe el de la abuela, el del oficinista, el del soldado. De esta forma la sociedad es un enorme cúmulo de codificaciones y el rock no está fuera de eso. Esto último se grafica magistralmente con la firma del contrato discográfico, los Sex Pistols firmando con la EMI, una tropa de delincuentes con un contrato con una multinacional.

Ziggy Stardust no era otra cosa que un extraterrestre que llegaba a la tierra a anunciar el fin del mundo. Es un alienado, a su vez, por ser extra-terrenal y también por estar subsumido por el aparato mediático-espectacular: Ziggy Stardust es producto de eso, el rock star no es otra cosa que eso. Es producto de las condiciones materiales, de los procesos de producción técnicos, no una abstracción, ni mucho menos una (nueva) creación metafísica para tomar el relevo de ciertas divinidades pasadas. Ziggy Stardust es la esquizofrenia de la sociedad capitalista, es la producción misma de un engranaje, de una máquina deseante delirante.