18-08-06

La Verdad/Mujer

Ay Dios,
No puedo creer
Que lave tus pies,
Y que luego me mires
Y que se peine así
No puedo creer,
No puedo creer
Si es hoy,
y que tu reino me llama
Voy a dejar mí piel,
A tus parcas
Me encanta tu música
Que suena de arpas
Hazme saber,
Hazme saber
Cuando es hoy.

(
La Muerte Es Mujer - Babasónicos)


Sin embargo - la mujer será mi tema.

La mujer como lo cerrado y lo abierto a la vez...

Como la negación y la afirmación más poderosa. Si aceptamos que la verdad es mujer... No cabría decir que es lo que nunca está develado totalmente; la verdad como aquello que los filósofos nunca han conocido bien por su gravedad y poca ligereza, por su seriedad y poco sentido lúdico.

“No hay esencia de la mujer porque la mujer separa y se separa de ella misma. Engulle, vela por el fondo, sin fin, sin fondo, toda esencialidad, toda identidad, toda propiedad. Al llegar a este punto el discurso filosófico, ciego, zozobra -se deja arrastrar a su perdición.
No hay verdad de la mujer porque esta separación abisal de la verdad, esta no-verdad es la “verdad”. Mujer es un nombre de esta no-verdad de la verdad.”
[1]

La mujer en tanto verdad, en tanto la vida misma, es mujer, y debemos decir también que los filósofos no han sabido nada de la vida. Pero, la mujer como lo que no existe, es decir la verdad misma. Lo cerrado y lo abierto, lo desvelado y lo oculto...

Así, la verdad no se deja conquistar..

Así como la mujer misma no se deja conquistar.

La “verdad” se tiende en las comillas..

El filosofo que ansía la verdad, en tanto mujer, no ha comprendido nada... porque no ha hecho operar la distancia. La distancia que hace efectiva la verdad como verdad... a la mujer como mujer. La distancia sustrae la identidad. Hacer aparecer esa no-identidad, esa no-mismidad, de la verdad.

“Las mujeres y su operación a distancia (ihre Wirkung in die Ferne).”
La seducción de la mujer opera a distancia, la distancia es el elemento de su poder.
Pero de ese canto, de ese encanto, hay que mantenerse a distancia; hay que mantenerse a distancia de la distancia, y no sólo, como podría suponerse, para protegerse contra esa fascinación, sino también para experimentarla.
Es necesaria la distancia (necesaria), hay que mantenerse a distancia (Distanz!), cosa que no hacemos, cosa que olvidamos hacer y esto se parece también a un consejo de hombre a hombre: para seducir y para no dejarse seducir.

Las mujeres viejas[2] ven en la superficialidad todo, la vida misma se les plasma de esa forma: cualquier cosa que huela a profundidad les parece pueril. La mujer suspende toda intención de hacer grave el mundo, de hacer ver las cosas. La verdad como profundidad produce sólo un velo, que cubre perpetuamente a la misma verdad. Sin embargo la verdad no sería simplemente una superficialidad, pues siempre estaría cubierta por un velo. Cuando se saca el velo, cuando una lengua se erige en poder dominante y saca la cubierta, rompe el velo, para que se des-vele la verdad. Ahí se erige la verdad. Los filósofos nunca han sabido como tratar a la mujer...

Se debería pensar también, si la mujer desea la verdad sobre sí: o también, si la verdad desea su verdad. Lo femenino condena cualquier verdad, su arte es la mentira, la simulación. Pero por esa razón, fuerza de afirmación; el dogmatismo condena la simulación en tanto esta es fuerza afirmativa.

La mujer como mentira, pero eso se hace desde la lógica de una metafísica occidental, desde el dogma del filosofo que busca “certezas” y no apariencias... la mujer así, no se afirma en el hombre, sino que se afirma sola. Es una fuerza afirmativa inmanente a ella.


La mujer (la verdad) no se deja conquistar.
A decir verdad la mujer, la verdad no se deja conquistar.
Ella (se) escribe.
En ella revierte el estilo.
Más aún: si el estilo era el hombre (como el pene sería, según Freud, “el prototipo normal del fetiche”) la escritura sería la mujer.
El era, él temía cual mujer castrada.
El era, él temía cual mujer castradora.
El era, él amaba cual mujer afirmativa.
Todo a la vez, simultanea o sucesivamente, según las zonas de su cuerpo y las posiciones de su historia.
¡En él, y fuera de él, estaban implicadas tantas mujeres.

(Las comillas no citadas pertenecen a Espolones de J. Derrida)

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[1] Espolones. Los Estilos de Nietzsche. J. Derrida
[2] En el aforismo “Las viejas y jóvenes” en Así Habló Zaratustra de F.Nietzsche, la mujer vieja le dice a Zaratustra: “Háblame a mí también de la mujer. Soy lo bastante vieja como para olvidar al momento lo que digas”

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